miércoles, 25 de julio de 2012

Futuro y esperanza

19 de Julio de 2012

Concluido el proceso electoral y atendiendo el mandato que más de 50 millones de ciudadanos expresaron en las urnas el pasado 1 de julio, es tiempo de atender los temas importantes de la agenda pública nacional. El principal de ellos es ¿Cómo hacer de México un país competitivo en el contexto de una economía mundial con bajo crecimiento?
Para alcanzar el propósito señalado debemos buscar que en el curso del primer ejercicio fiscal del nuevo gobierno, se consoliden las reformas necesarias para transformar la economía y las formas de hacer política en el país.

La presión de quienes votaron por la alternancia será intensa, por ello, la capacidad de consenso que demuestre el nuevo gobierno será crucial, no sólo para promover la reforma fiscal integral, la energética, la laboral, la de procuración y seguridad pública, salud y educación, sino para impulsar que todas las fuerzas políticas se integren a un proyecto nacional de unidad, para que en la diversidad se encuentren convergencias temáticas.

El mundo confronta un proceso lento de crecimiento derivado de los conflictos financieros internacionales que se han generado en Europa. Incluso economías emergentes como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los denominados BRICS, están reduciendo su nivel de crecimiento por la caída del poder adquisitivo de las naciones desarrolladas. No obstante la percepción inicial, los BRICS se aprestan a fortalecerse internamente, incrementando la inversión pública de modo que puedan construir una plataforma de bienes y servicios que detonen el crecimiento, esperando tiempos mejores.

México debe entrar en la misma dinámica de desarrollo y no tenemos mucho tiempo. Lo que se haga en el primer año del sexenio, será fundamental para los restantes cinco, así como para las próximas dos décadas. Rezagar reformas fundamentales nos aleja de la posibilidad de ser la quinta o sexta economía del mundo dentro de 30 años. La tarea principal será fortalecer las finanzas públicas y lograr que los impuestos que paguemos financien sanamente las necesidades de inversión del estado.

Si se consolida una reforma fiscal adecuada y logramos que con nuestros impuestos se financie la inversión para el desarrollo, estaremos fortaleciendo todas las áreas de nuestra actividad económica; el objetivo es superar el 40% que actualmente representan del gasto público.

Para verdaderamente ser un país con nuevas posibilidades de crecimiento debemos promoverlo con nuestros propios recursos. Es nuestra mejor alternativa.

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