19 de Julio de 2012
Concluido el proceso electoral y
atendiendo el mandato que más de 50 millones de ciudadanos expresaron en
las urnas el pasado 1 de julio, es tiempo de atender los temas
importantes de la agenda pública nacional. El principal de ellos es
¿Cómo hacer de México un país competitivo en el contexto de una economía
mundial con bajo crecimiento?
Para alcanzar el propósito señalado
debemos buscar que en el curso del primer ejercicio fiscal del nuevo
gobierno, se consoliden las reformas necesarias para transformar la
economía y las formas de hacer política en el país.
La presión de quienes votaron por la
alternancia será intensa, por ello, la capacidad de consenso que
demuestre el nuevo gobierno será crucial, no sólo para promover la
reforma fiscal integral, la energética, la laboral, la de procuración y
seguridad pública, salud y educación, sino para impulsar que todas las
fuerzas políticas se integren a un proyecto nacional de unidad, para que
en la diversidad se encuentren convergencias temáticas.
El mundo confronta un proceso
lento de crecimiento derivado de los conflictos financieros
internacionales que se han generado en Europa. Incluso economías
emergentes como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los denominados
BRICS, están reduciendo su nivel de crecimiento por la caída del poder
adquisitivo de las naciones desarrolladas. No obstante la percepción
inicial, los BRICS se aprestan a fortalecerse internamente,
incrementando la inversión pública de modo que puedan construir una
plataforma de bienes y servicios que detonen el crecimiento, esperando
tiempos mejores.
México debe entrar en la misma dinámica
de desarrollo y no tenemos mucho tiempo. Lo que se haga en el primer año
del sexenio, será fundamental para los restantes cinco, así como para
las próximas dos décadas. Rezagar reformas fundamentales nos aleja de la
posibilidad de ser la quinta o sexta economía del mundo dentro de 30
años. La tarea principal será fortalecer las finanzas públicas y lograr
que los impuestos que paguemos financien sanamente las necesidades de
inversión del estado.
Si se consolida una reforma fiscal
adecuada y logramos que con nuestros impuestos se financie la inversión
para el desarrollo, estaremos fortaleciendo todas las áreas de nuestra
actividad económica; el objetivo es superar el 40% que actualmente
representan del gasto público.
Para verdaderamente ser un país con
nuevas posibilidades de crecimiento debemos promoverlo con nuestros
propios recursos. Es nuestra mejor alternativa.
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