miércoles, 6 de abril de 2011

Acuerdo Nacional contra la Pobreza

Patria Nueva
Fidel Herrera Beltrán
6 de abril de 2011

En los últimos años México se ha empobrecido. Estudios del Banco Mundial (BM), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), indicaron el aumento de la pobreza alimentaria, patrimonial y de capacidades de los mexicanos. El panorama no es nada alentador.

Según Coneval y Cepal, pasamos de 42.6 a 47.4 por ciento de mexicanos con pobreza patrimonial; de 20.7 a 25.1 con pobreza de capacidades y de 13.8 a 18.2 por ciento de personas en pobreza alimentaria.

Esa es la razón por la que Humberto Moreira Valdés, presidente Nacional del PRI, ha señalado puntualmente que, en conjunto, poco más de 54 millones de mexicanos viven en pobreza, de los cuales 10.1 millones son "nuevos pobres" y 20 millones sobreviven con menos de mil pesos al mes (970 pesos en zonas urbanas y 690 pesos en regiones rurales).

De la misma forma, los estudios e informes indicaron que México sigue arrastrando el impacto de la crisis de 2008, ello por la falta de eficacia gubernamental, el aumento del precio de los alimentos, así como por una limitada creación de empleos y una economía que crece por debajo de sus posibilidades.

Por si fuera poco, la Cepal reveló que en los últimos años nuestro país se ha vuelto más desigual, esto es que la brecha entre ricos y pobres ha crecido. Los efectos de una desigualdad acentuada en cualquier sociedad deterioran la calidad de vida de la gente, aumentan la marginación y obstaculizan las acciones en salud y educación que emprende el estado. Lo anterior también puede traducirse en la incidencia delincuencial. Como lo señaló Amartya Sen: la desigualdad altera el orden social y pone en peligro los avances en el desarrollo.

Desigualdad y pobreza van ligadas: no podemos atacar a una sin olvidar a la otra, si queremos verdaderamente revertir estas cifras.

En ese contexto, la dirigencia nacional del PRI convocó hace unos días a todos los partidos políticos a establecer un Acuerdo Nacional contra la Pobreza. La relevancia de esta convocatoria es fundamental: representa una oportunidad para construir, mediante el consenso, las políticas públicas que consoliden un Estado eficaz y reviertan, en el menor tiempo posible, años de estancamiento y desacuerdos.

Por ello, celebro el exhorto y propuesta de alcanzar un Acuerdo Nacional contra la Pobreza. Su objetivo va más allá de aliviar la situación de los hogares que no logran reunir, en forma estable, los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas. En el fondo, propone un enfoque multidimensional, que ataque todas las variantes del fenómeno y genere las condiciones para que los ciudadanos en situación de precariedad adquieran nuevas capacidades que les permita salir adelante por sí mismos. Con esa lógica, es otra vez el PRI que convoca a la nación para alcanzar un desarrollo democrático de oportunidades para todos y que recuperemos, en el menor tiempo posible, la soberanía alimentaria.

Debemos sumar valor a las cadenas de producción agrícola y ganadera, porque el campesino no puede solo y el Estado debe apoyarlo, generando así una cultura de sujetos de derecho y no de meros beneficiarios.

También, es fundamental que la actividad agrícola se estructure como un paradigma de desarrollo, lo que implica superar el falso debate entre la agricultura familiar y la empresarial. La propuesta es llevar las técnicas y la tecnología de la agricultura empresarial al ámbito de la pequeña propiedad rural. Con ello, se estará agregando valor a la cadena productiva de los productos agropecuarios.

Sólo así se pondrá fin a la tendencia equívoca de tener campos vacíos y ciudades llenas.

Con esas acciones, lograremos sacar adelante a casi la mitad de la población que vive en este país con menos de dos mil pesos al mes (mil 586 pesos en zonas urbanas y mil 60 pesos en zonas rurales). Además, se podrán ofrecer oportunidades de desarrollo para siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan.

Contrarrestar el crecimiento de la pobreza requiere una economía próspera, en la que el avance esté acompañado de una mejor distribución del ingreso y el abatimiento de las brechas de desigualdad caracterizadas por el escaso acceso a la educación, la salud y la capacitación.

Tenemos que incorporar políticas públicas que brinden seguridad social y que éstas tengan una sinergia con el resto de los programas gubernamentales, como la infraestructura (transporte y comunicaciones) o para aumentar los recursos en educación (conocimiento y capacidades) para hacerla realmente de calidad. Y esto debe ser parte de los ejes fundamentales de la estrategia contra el empobrecimiento de México.

Estoy convencido que el desarrollo económico que impulsemos, debe tener por finalidad expandir las libertades de los individuos y las capacidades de las personas.

En suma, si bien queda mucho para llegar a ser una sociedad que garantice el desarrollo humano, la iniciativa priísta de hacer un frente común entre partidos, sociedad y Gobierno, para establecer una estrategia contra la pobreza, es un gran inicio.

Ahora el reto será dirimir los disensos bajo una premisa ineludible: necesitamos una patria justa para todos y un acuerdo en lo fundamental para disminuir la pobreza.

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