jueves, 23 de agosto de 2012

En defensa de la economía popular

23 de Agosto de 2012
Fidel Herrera Beltrán 
Los datos publicados en julio pasado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), resultado de sus mediciones con respecto al comportamiento de los precios de los artículos incluidos en la canasta básica alimentaria y no alimentaria —que determinan la línea de bienestar de los mexicanos— son preocupantes. Indican, una vez más, que la población con menos recursos está siendo la más afectada, y al mismo tiempo son un claro indicador de que las políticas públicas destinadas a la productividad del campo y a la distribución del ingreso no están funcionando.
Para su análisis, el CONEVAL calcula los indicadores anteriores en los rubros correspondientes a población rural y urbana, lo cual describe qué está sucediendo en cada uno de los espacios geográficos en términos alimentarios.
Curiosamente, el incremento en la canasta mínima de alimentos ha tenido un comportamiento muy similar entre los sectores rural y urbano, al pasar en el primero de 492.64 pesos en enero de 2005 a 798.58 en julio de 2012, lo que representa un incremento del 62.1%, y en el urbano, de 711.46 pesos a 1,120.13 en el mismo periodo, esto es un incremento del 57.44%. En otras palabras, la población mexicana en su conjunto se hizo más pobre alimentariamente en los últimos siete años.
En cuanto a la línea de bienestar, para julio de 2012 el precio de la canasta básica alimentaria y no alimentaria respecto al mes anterior, se incrementó 12% en el medio rural y 10% en el urbano. Resulta evidente que en el campo los precios de los productos crecen más que en las ciudades.
Es claro que los resultados presentados por CONEVAL indican que hay una tendencia en el sector rural a volverse más pobre alimentariamente que en las zonas urbanas y ello es debido a factores como la dispersión poblacional, la falta de acceso a caminos y la escasa disposición de mercados alternativos.
Con los resultados de estos estudios podemos pasar de la mera descripción del problema a la implementación de políticas públicas que atenúen las desigualdades. El campo mexicano no sólo requiere de una política social de atención a la pobreza, también una estrategia productiva que coadyuve a que sean los propios campesinos los promotores de su desarrollo. Entender que en el campo los mexicanos se hacen más pobres que en las zonas urbanas, debe impulsarnos a tomar mejores decisiones en este sector.