miércoles, 15 de agosto de 2012

La autosuficiencia alimentaria: defensa de las familias mexicanas

Patria Nueva 
Fidel Herrera Beltrán 
15 de agosto de 2012
  1. Visualizar la crisis alimentaria que se avecina es un tema de seguridad nacional. No bastan los esquemas de apoyo de mercado para promover la inversión bajo riesgo, ni los recursos dirigidos mediante programas que en el fondo promueven la especulación y los agentes intermediarios, es necesario un decidido impulso a la mecanización y tecnificación del agro nacional para hacerlo competitivo.

2. México demanda un programa de seguridad alimentaria que sea resultado de una política agropecuaria moderna y decidida. Es tiempo de focalizar nuestros esfuerzos para reconvertir los espacios improductivos apoyando a la población rural.

3. Ya lo afirmó en reiteradas ocasiones Enrique Peña Nieto durante su campaña presidencial, recuperar la autosuficiencia alimentaria de México es un tema prioritario en la agenda económica, ya que de ella depende la seguridad del abasto nacional. Así lo ilustran las cifras que registra el reciente informe trimestral de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO).

4. El escenario que plantea el informe es desalentador para las economías importadoras de productos agrícolas, como es el caso de México, en particular para tres cereales básicos de alto consumo interno: maíz, trigo y sorgo. Nuestro principal proveedor, Estados Unidos, vio afectada su producción en un 63 por ciento como resultado de la sequía que azotó sus campos. Nuestra dependencia de la producción estadounidense en estos cereales es alarmante. En el caso del maíz es casi total, de soya importamos por lo menos 82 por ciento y de trigo el 78 por ciento.

5. Y es que la economía de las naciones exportadoras de alimentos se centra en la comercialización de excedentes una vez abastecido su mercado interno. Estados Unidos venía aportando el 44 por ciento del total de las exportaciones mundiales de soya, el 50 por ciento de maíz y el 25 por ciento de trigo. De este modo, es notorio el impacto global que tendrá el que en esta ocasión la Unión Americana no cuente con sobreproducción. El desabasto se traducirá en un ajuste inmediato de precios y afectará a muchos países, entre ellos al nuestro.

6. Así, podemos observar que en los últimos dos meses el incremento de los precios en estos cereales asciende hasta al 30 por ciento. Lamentablemente, esta situación se ha combinado con la caída de precios de otros productos como lácteos y aceites y grasas vegetales, que descendieron 12 y 10 por ciento respectivamente en sus precios internacionales, aunque ello no se vea reflejado en el mercado nacional a causa de la especulación y el intermediarismo.

7. Los ciclos estacionales de los países exportadores nos remiten a repensar la política agropecuaria de nuestro país. No es sostenible mantener el abasto alimentario en base a las importaciones, que al estar al amparo del vaivén de los mercados internacionales, golpea con severidad a la economía familiar. Por el contrario, necesitamos producir lo que consumimos. Es tiempo de diseñar políticas agropecuarias que permitan la autosuficiencia y seguridad alimentarias de nuestro país.

8. Debemos reconocer que no todo el campo mexicano es cultivable, ello dará pauta para promover acciones diferenciadas que generen economías de escala y mayor riqueza donde tenemos enorme potencial productivo. 

9. Los modelos de producción agrícola tecnificada, como los del Bajío y la Laguna, deben replicarse en otras regiones para detonar la producción de alimentos, la ganadería intensiva, la pesca, la avicultura y la silvicultura.

10. Recordemos que el Artículo 27 constitucional señala la responsabilidad del Estado en el desarrollo rural y de los pueblos indígenas que viven de ese sector. En ello radica nuestro futuro soberano, el desarrollo con justicia social y nuestra seguridad alimentaria.

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