miércoles, 13 de julio de 2011

En defensa de la industria arrocera nacional

Patria Nueva
Fidel Herrera Beltrán
13 de julio de 2011

1.El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) representó un parteaguas en la creación de una zona de gran pujanza económica; el intercambio comercial se ha multiplicado en forma exponencial, se ha dado certeza jurídica a la inversión y se siguen abriendo espacios para un crecimiento de enorme impacto para los tres países que lo integran, sobre todo en el sector manufacturero.

2. Una historia distinta encontramos en el ramo agroindustrial. Y es que en ningún ámbito de la relación entre Estados Unidos, Canadá y México hay mayor asimetría que en la situación que prevalece en el campo de estos tres países.

En los diez años que el TLCAN definió para equilibrar y desarrollar aquellas áreas donde claramente no se tenía la capacidad de competir con nuestros socios comerciales, no se instrumentaron las políticas ni las estrategias para hacer más competitivo al sector agrícola y ganadero.

3. Por otro lado, recordemos también que las llamadas "cartas paralelas al TLCAN", alteraron lo establecido al Tratado original en relación al comercio del azúcar y generaron confusión en la determinación de los excedentes de producción.

Todo lo anterior trajo como consecuencia que nuestros productores rurales se encuentren en franca desventaja frente a sus contrapartes, situación que difícilmente podrán afrontar sin el apoyo gubernamental.

4. Por el contrario, este renglón de la economía nacional se encuentra sumido en el rezago tecnológico, vencido estratégicamente en la desigual batalla de los mercados globalizados, con una población forzada a emigrar, desprovista de los servicios más elementales para contar con una vida digna y viviendo en condiciones de pobreza extrema.

5. Uno de los fenómenos más claros a este respecto y que hemos abordado en entregas anteriores, se ve reflejado en la producción azucarera nacional. Sin embargo, no es el único sector afectado. Veamos ahora el ejemplo de la producción de arroz.

En los últimos años hemos visto decrecer la producción arrocera nacional y, para 2011, de acuerdo a fuentes oficiales, disminuirá en 30 por ciento, dejando a miles de campesinos especializados en ese cultivo sin una fuente de ingreso. De hecho, una parte de ellos se encuentran laborando en los campos arroceros de Arkansas. Es lamentable que, incluso los pequeños propietarios rurales, se vean en la necesidad de abandonar sus tierras para emigrar a Estados Unidos y cultivar lo que perfectamente bien podrían hacer en el país.

6. México tiene un enorme potencial en la producción de este cereal. En la región del Pacífico los estados de Colima, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca y Sinaloa tienen una importante producción arrocera; de igual manera, en el centro del país, Morelos, Puebla y Querétaro; mientras que en el Golfo, Tamaulipas y Veracruz son también grandes productores.

Un impulso decidido a la producción nacional de arroz podría ser suficiente para abastecer oportunamente la demanda nacional e incluso generar excedentes de exportación hacia Europa, América Latina y los países orientales. Esto es oportuno, ya que la crisis mundial de alimentos ha sobrevalorado el precio de las commodities en los mercados internacionales. También ha hecho que los grandes productores mundiales, como China, India o Tailandia, fortalezcan sus inventarios y reduzcan sus exportaciones. Recordemos que para esas naciones, la producción de arroz es un asunto de seguridad nacional, como para nosotros lo es la del maíz y el frijol.

7. Para revertir el atraso del agro nacional y potenciar la producción de arroz en el país, coincido con Alejandro Díaz Hartz, dirigente del gremio arrocero mexicano, en el sentido de garantizar que la producción nacional sea de alto rendimiento. Es necesario generar apoyos estatales para lograr la reconversión tecnológica e impulsar proyectos de investigación que fortalezcan el conocimiento de los productores, de cara al cambio climático, y los efectos que tiene sobre los ciclos de las cosechas.

Del mismo modo, el Gobierno federal debe reactivar el subsidio que brinda a los campesinos para la compra de semilla. No es sustentable una política pública donde un año se apoya al productor, para después desentenderse en los siguientes.

8. México necesita un campo que produzca los alimentos que su población demanda. Se requieren políticas de largo aliento que reanimen la cadena industrial urea-amoniaco para la producción de fertilizantes y la creación de infraestructura adecuada para el almacenamiento de granos y centros de distribución y venta.

Esta visión también implica fortalecer la organización gremial, articular a los productores a través de redes consolidadas, como son la Confederación Nacional Campesina (CNC) y el Consejo Nacional Agropecuario (CNA).

9. Para alcanzar los objetivos planteados postulamos un federalismo agropecuario, de modo que la actividad agrícola se estructure como un paradigma de desarrollo, lo que implica superar el falso debate entre la agricultura familiar y la empresarial. En cambio, la propuesta es llevar las técnicas, la tecnología y la inversión de la agricultura empresarial al ámbito de la pequeña propiedad, mediante financiamiento y programas de educación formal, para que la población rural pueda asimilar mejor la capacitación e innovaciones tecnológicas.

10. Con esas medidas, estaremos en posición de recuperar esa parte de la soberanía que tiene que ver con la autosuficiencia alimentaria y que, por una falta de visión de futuro, permanece ausente de las prioridades del Gobierno federal.

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