jueves, 1 de septiembre de 2011

El futuro de México son los jóvenes que sí estudien y que sí trabajen

Los retos que la sociedad le impone al gobierno son cada vez más complejos, y en el caso de la juventud el desafío es mayor. Este sector poblacional enfrenta hoy la tasa más alta de desempleo, migración y pobreza del país en las últimas décadas. Esos factores, en conjunto, explican la frustración que embarga a millones de jóvenes a los que el modelo económico imperante les ha negado oportunidades reales de crecimiento y desarrollo. El éxito de México lo debemos medir en función de la política dirigida a los jóvenes, y en este momento el país carece de ella.

En ese contexto encontramos fenómenos que ilustran con claridad la descomposición social que enfrentamos: dos millones 100 mil jóvenes que “ni estudian ni trabajan” y que han sido denominados “ninis” por presentar esta condición.

A ellos, hay que sumar una generación de nuevos profesionistas que emigran a otros países en búsqueda de mejores oportunidades y cuyo talento representa una pérdida enorme para la nación; y peor aún, sicarios menores de edad, cooptados por la delincuencia organizada. Y es que no hay duda, la pobreza y la marginación permiten a la delincuencia organizada mantenerse al acecho de nuestros adolescentes. Según un estudio reciente de Miguel Székely, ex subsecretario de Educación Media Superior, 34 por ciento de los delitos del fuero federal los cometen jóvenes de entre 15 y 18 años. Recientemente, hemos conocido que en el cobarde siniestro perpetrado en Monterrey, cuatro de los cinco delincuentes detenidos hasta ahora, son menores de 30 años.

Si bien ese acto de terror carece de cualquier tipo de justificación, también hay que reconocer que el bajo crecimiento económico recrea las condiciones para que miles de jóvenes sean tentados por la delincuencia para acceder a las oportunidades que el entorno social les ha negado. La violencia y el terror es un modus vivendi que no debemos ni podemos tolerar.

Contrarrestar esa realidad implica, necesariamente, revisar las acciones que atienden a este sector específico de la población. Se trata de promover su permanencia en el sistema escolarizado, de fortalecer programas deportivos y de expresión artística, junto a un contundente programa de becas para alejarlos de la delincuencia y las adicciones. Pero sobre todo, de darles oportunidades de empleo digno.

La crisis de los jóvenes es también la crisis del país. Por esta razón respaldo el mensaje del presidente Felipe Calderón Hinojosa en el sentido de encarar a la delincuencia organizada desde todos los ámbitos de la sociedad y las instituciones.
Es tiempo de unidad entre los mexicanos, sin importar condición social, ideológica, política, religiosas o de otra índole, la amenaza es común, la solución debe ser de todos.

Los retos que la sociedad le impone al gobierno son cada vez más complejos, y en el caso de la juventud el desafío es mayor. Este sector poblacional enfrenta hoy la tasa más alta de desempleo, migración y pobreza del país en las últimas décadas. Esos factores, en conjunto, explican la frustración que embarga a millones de jóvenes a los que el modelo económico imperante les ha negado oportunidades reales de crecimiento y desarrollo. El éxito de México lo debemos medir en función de la política dirigida a los jóvenes, y en este momento el país carece de ella.

En ese contexto encontramos fenómenos que ilustran con claridad la descomposición social que enfrentamos: dos millones 100 mil jóvenes que “ni estudian ni trabajan” y que han sido denominados “ninis” por presentar esta condición.

A ellos, hay que sumar una generación de nuevos profesionistas que emigran a otros países en búsqueda de mejores oportunidades y cuyo talento representa una pérdida enorme para la nación; y peor aún, sicarios menores de edad, cooptados por la delincuencia organizada.

Y es que no hay duda, la pobreza y la marginación permiten a la delincuencia organizada mantenerse al acecho de nuestros adolescentes. Según un estudio reciente de Miguel Székely, ex subsecretario de Educación Media Superior, 34 por ciento de los delitos del fuero federal los cometen jóvenes de entre 15 y 18 años. Recientemente, hemos conocido que en el cobarde siniestro perpetrado en Monterrey, cuatro de los cinco delincuentes detenidos hasta ahora, son menores de 30 años.

Si bien ese acto de terror carece de cualquier tipo de justificación, también hay que reconocer que el bajo crecimiento económico recrea las condiciones para que miles de jóvenes sean tentados por la delincuencia para acceder a las oportunidades que el entorno social les ha negado. La violencia y el terror es un modus vivendi que no debemos ni podemos tolerar.

Contrarrestar esa realidad implica, necesariamente, revisar las acciones que atienden a este sector específico de la población. Se trata de promover su permanencia en el sistema escolarizado, de fortalecer programas deportivos y de expresión artística, junto a un contundente programa de becas para alejarlos de la delincuencia y las adicciones. Pero sobre todo, de darles oportunidades de empleo digno.

La crisis de los jóvenes es también la crisis del país. Por esta razón respaldo el mensaje del presidente Felipe Calderón Hinojosa en el sentido de encarar a la delincuencia organizada desde todos los ámbitos de la sociedad y las instituciones. Es tiempo de unidad entre los mexicanos, sin importar condición social, ideológica, política, religiosas o de otra índole, la amenaza es común, la solución debe ser de todos.

Los jóvenes, junto con la niñez, representan el activo más valioso de México. Combatir a los criminales es prioritario para que no tengan acceso a ellos y los corrompan. Para lograrlo, es necesario convocar a la unidad de todas las fuerzas políticas y rescatar, con acciones concretas y sin dilación la paz, la solidaridad, el patriotismo y los valores que nos inspiran como mexicanos. Impedir que la juventud caiga en las garras del crimen, es recobrar el futuro de la nueva nación que aspiramos construir.

Los jóvenes, junto con la niñez, representan el activo más valioso de México. Combatir a los criminales es prioritario para que no tengan acceso a ellos y los corrompan. Para lograrlo, es necesario convocar a la unidad de todas las fuerzas políticas y rescatar, con acciones concretas y sin dilación la paz, la solidaridad, el patriotismo y los valores que nos inspiran como mexicanos. Impedir que la juventud caiga en las garras del crimen, es recobrar el futuro de la nueva nación que aspiramos construir.


Fidel Herrera Beltrán