20 de Septiembre de 2012
Fidel Herrera Beltrán
Uno de los temas que más ocupa a las economías emergentes es el combate a la corrupción en sus estructuras administrativas gubernamentales, dando especial relevancia a la transparencia en el gasto de los recursos públicos. Esto puede observarse en la batalla que países como Brasil o China han emprendido recientemente en la materia. La nación asiática incluso ha tomado acciones severas en este ámbito al imponer una penalidad de diez años a quienes pretendan hacer o realicen un soborno. Y es que el crecimiento económico registrado en ambos países, ha ido acompañado de la creación de espacios donde la falta de regulación abrió posibilidades a la corrupción. Hecho preocupante, toda vez que entre ambas naciones dominan 11 por ciento del mercado global.
La lucha contra la corrupción es un asunto prioritario por los efectos perniciosos que genera en los procesos de producción y toma de decisiones. Es por ello que su combate se encuentra en el primer orden de la agenda de los gobiernos.
En México, este tema ya está siendo abordado con gran seriedad por la administración que entrará en funciones el próximo primero de diciembre. Asimismo, el Congreso de la Unión tendrá la responsabilidad de modernizar la estructura normativa existente para atender con mayor firmeza las distorsiones que genera este fenómeno.
Sin embargo, obtener resultados positivos en este tema, está determinado por el acompañamiento de la cooperación internacional, y una vez más los países que conforman el grupo de los BRICS —Brasil, Rusia, India, Corea y Sudáfrica— marcan la pauta para atacar la problemática de forma coordinada.
Es claro que las acciones que se tomen en el combate a la corrupción tendrán impacto no sólo en las prácticas al interior del país, sino en otras latitudes. Quienes realizan estos hechos ilícitos desde el gobierno, la iniciativa privada y la gestión de servicios públicos buscarán mantener sus beneficios en otros espacios, lo que es un aliciente para que el sistema internacional de naciones consolide protocolos de actuación, prevención y sanción de la corrupción.
Retardar las medidas para combatir este fenómeno es un aliciente indirecto para que la delincuencia encuentre espacios para su crecimiento. Los procesos corruptivos empiezan a pequeña escala y si no hay una respuesta enérgica de los Estados, su desarrollo e implantación como cultura es vertiginoso. De ahí la importancia de combatirlo de manera oportuna, sin titubeos y donde ocurra.
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