lunes, 20 de abril de 2009

Fidel, la obsesión azul

Sin Retoque
Gina Domínguez Colío
Diario Milenio
20/abril/2009
Todo indica que Fidel Herrera le causa dolores de cabeza a otros más aparte de Miguel Ángel Yunes Linares; la obsesión en contra del mandatario veracruzano parece haberse convertido en una especie de epidemia política que llegó a Los Pinos y que ha provocado una sobre reacción del propio Presidente ante el nombre de Veracruz y su gobernador.
Pareciese que el PAN vivía una particular modorra, en la que al menos en el ámbito estatal estaba resignado a perder la mayor parte de los distritos electorales del estado, en los cuales las encuestas hasta ahora siguen refiriendo el triunfo de los rojos en los 21 distritos, en algunos con más apreturas que en otros, como en el norte de la entidad.
Pero de repente el Presidente se dio cuenta, ya ubicado en su papel de jefe de su partido, que no podía perder –sin dar la lucha– el estado de Veracruz, por lo que implica la entidad electoralmente y en la antesala de la renovación de la gubernatura, y después de ello la sucesión presidencial. Calderón aparentemente tomó la rienda del tema Veracruz y por lo pronto designó a veracruzanos con más presencia política que los que la cofradía Yunes había determinado en los distritos de Veracruz y Orizaba: Francisco Ávila Camberos y Tomás Trueba.
Tomó la decisión de sacar a un mal director de la Conade, pero con cierta carga de popularidad, saldo de sus tiempos de futbolista, Carlos Hermosillo, y mandarlo a dar la batalla en Córdoba, decisión con la cual convirtió a ese distrito en el centro político del estado, con el adicional de llevar reflectores nacionales. Hoy por hoy todos entienden que la batalla en Córdoba es un pleito que el Presidente busca contra el gobernador Fidel Herrera.
Mandar a un ex futbolista –quien por cierto tuvo un pésimo debut a su llegada al distrito–, alabarlo públicamente sin importarle las leyes electorales; mandar, se dice, a todo un equipo pesado de asesores –que por lo menos hasta ahora no han hecho su trabajo bien–; dotarlo –se dice– de cualquier cantidad de recursos económicos y materiales, muy por encima de los que la ley permite, para tratar de derrotar a Javier Duarte de Ochoa, lo único que revela es la importancia que para Felipe Calderón tiene un hombre como Fidel Herrera.
Los azules vienen con todo contra Fidel Herrera, pretenden hacerle daño y arrinconarlo políticamente tratando de vencer a quien se considera el fidelista más perfilado a la gubernatura. Si alguien tenía duda sobre ello, la llegada de la aplanadora presidencial para empujar a su candidato ha confirmado que sólo importan, en el altiplano, el Gobernador y su candidato.
Calderón, quien ha mostrado ya su verdadera naturaleza, alejada totalmente del aura democrática y justiciera de la que presume, va a llevarse una buena lección en Veracruz. Fidel Herrera es un maestro de la política, experto en salir de situaciones verdaderamente complicadas. Inteligente y astuto, cosa que al Presidente y a sus correligionarios no se les da en gran medida.
Calderón viene a enfrentar como panista a Fidel Herrera y va a perder, por la simple y sencilla razón de que en Veracruz quien tiene el reconocimiento social es el Gobernador, y no por un asunto de poder ni de partido, sino resultado del trabajo de un gobierno cercano a su gente. Esa es la gran diferencia entre uno y otro.
Hermosillo será derrotado por Javier Duarte, un candidato que a diferencia de su contrincante sabe hacer política, está interesado en el ahora y en el futuro de su distrito y de su estado. No viene como el panista, autocalificado como soldado del Presidente, a pelear una guerra para su amo, Duarte va por un proyecto llamado fidelidad, fidelidad por y para los habitantes del distrito XVI. Esa es también la diferencia entre el fidelista y el soldado azul.

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