miércoles, 22 de junio de 2016

Incendios forestales agravan la calidad del aire en la Ciudad de México

Los altos índices de contaminación atmosférica que se han presentado en la Ciudad de México (CDMX) y en sus zonas conurbadas, afectan severamente la calidad de vida de sus habitantes. Contribuyen a su presencia las necesidades de más de 20 millones de personas que la habitan, un parque vehicular de más de seis millones de unidades y la operación de 35 mil industrias y 15 mil empresas de servicios, así como la situación orográfica de la cuenca del Valle de México que restringe la libre circulación de vientos.
A esta contaminación tendríamos que añadir otras, características de las grandes urbes, como la auditiva, la erosión de los suelos, el deterioro de la calidad del agua, el tratamiento inadecuado de las diferentes clases de basura, la presencia de detritus humano y animal en el aire, y los incendios forestales.
Al correlacionar las emisiones atmosféricas que afectan la calidad del aire de la CDMX, debemos considerar las consecuencias devastadoras que  producen los incendios forestales al incrementar el efecto invernadero en el espacio. El humo al que da origen la combustión contiene carbono, otros elementos químicos y pequeñas partículas que nuestro organismo no es capaz de contener al momento de la respiración.
En lo que va de 2016, de acuerdo a datos proporcionados por la Comisión Nacional Forestal, en la CDMX se han presentado 325 incendios forestales de un total de 1,223 producidos en 25 entidades federativas, lo que representa un deshonroso primer lugar; y para efectos de nuestra calidad del aire, Estados limítrofes como el Estado de México, Puebla e Hidalgo, ocupan los siguientes tres lugares.
En los últimos diez años hemos perdido 3 millones 265 mil 517 hectáreas de nuestros campos y bosques, lo que constituye un duro golpe a nuestra economía, ya que su proceso de renovación puede durar décadas con el daño consiguiente a los ecosistemas.
Lo más grave es que el 97 por ciento de los incendios forestales en la CDMX son provocados por el ser humano, y muy especialmente por la ambición desmedida de fraccionadores. Solo el 3 por ciento tienen su origen en fenómenos naturales como tormentas eléctricas y periodos de sequía.
Evitar esta dinámica de devastación implica una cultura de la prevención y corresponsabilidad entre la ciudadanía y las instituciones responsables, para en la medida de lo posible sofocar de inmediato cualquier conato de incendio forestal, al tiempo de establecer sanciones más severas para quien incurra en este delito.
Por ello celebramos la iniciativa de los grupos parlamentarios de los partidos Revolucionario Institucional y Verde Ecologista de México en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, que propone a los tres órdenes de Gobierno una mayor coordinación y medidas inmediatas para evitar las fatales consecuencias que se producen con los incendios forestales.
Hemos sido testigos del grave incendio provocado, de acuerdo a las autoridades españolas, que se presentó en el cementerio de neumáticos más grande Europa, localizado en los poblados de Seseña y Valdemoro en las comunidades de Castilla-La Mancha y Madrid. Sus letales consecuencias se analizan; es indudable el costo ecológico, pero más grave aún es el biológico para quienes se vieron expuestos a los componentes químicos de la combustión producida.
Reducir sustancialmente el número de incendios forestales provocados en la CDMX es una variable más a considerar para mejorar nuestra calidad del aire.

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